Enrique, arropado por el manto poético de nuestro Siglo de Oro, nos muestra una galería de paisajes quizás intuídos, soñados, donde habitan personajes tan reales, tan sutiles, como el latido que apenas percibimos.
Con ellos dialoga, nos dialoga, para acercarnos a la realidad de lo cotidiano, a la sinceridad de lo próximo, a la rotunda fuerza de su corazón hecho palabra.
Desde aquí le agradecemos su entusiasmo y valentía.
"Así que aprendamos los gentileshombres del arte y la savia de las hechiceras..." |